Amanece un 30 de octubre, cálido y luminoso. Mucho bullicio de niños y niñas dispuestos a seguir aprendiendo “de otra manera”. Hoy abandonamos pupitres y sillas llenos de gozo para montarnos en un autobús que nos transporte, como muy cercano, al mundo de “Las mil y una noches”.
Un río de emociones recorre nuestros pies cuando nos acercamos al punto de encuentro donde nos esperan nuestros guías. Risas nerviosas y euforia hacen que subamos más rápido las cuestas y que las bajemos teniendo cuidado en no resbalarnos.
La Alhambra es un monumento vivo, que nos acoge para experimentar en él y con él, y en el que todas las personas que lo visitamos buscamos encontrar:
- Una visión diferente de nuestra historia lejana.
- Conocernos mejor, buscando nuestras raíces.
- Reconocer a genios y artistas en su estructura y cimientos.
- Intentar vivir y sentir las huellas que dejaron nuestros antepasados encaramándonos en sus torres y murallas.
- Acercarnos a la Edad Media y sus diversos estamentos sociales.
- Respirar el aire y el suelo húmedos, a pesar de la sequía.
- Impregnarnos de la luz y el color tan naturales observando el Sacromonte a lo lejos.
- Buscar la paz y el remanso entre las paredes de torres y palacios escuchando el agua manar de acequias, fuentes y albercas, que cerrando los ojos nos llevan a lugares desconocidos donde nos cuentan antiguas leyendas. También nos acompaña el trino de avecillas que revolotean por sus bosques y jardines repletos de flores y aromas.
Nos sentimos privilegiados abriendo y cerrando puertas con unos magníficos guías que portan llaves enormes y que nos enseñan los recovecos de una Alhambra y Generalife poco transitados por los miles de turistas que los visitan.
Hemos aprendido mucho y nos hemos sentido muy safisfechos, así que gracias a todos/as los que habéis hecho posible esta experiencia de sentir la Alhambra.
Aquí os dejamos nuestras huellas, nuestras fotos.
ESPERAMOS QUE OS GUSTEN PORQUE ESTÁN HECHAS CON CARIÑO.